ANTEPURGATORIO
RELLANO II.
PEREZOSOS MUERTOS REPENTINAMENTE
DOS MENSAJEROS. DEL CASSERO. DA MONTEFELTRO. LA PÍA.
Los poetas prosiguiendo su marcha, se encuentran con una multitud de espíritus. La sombra del Dante, lo hace reconocer como un viviente. Los espíritus que son los sorprendidos por muerte violenta, y que se arrepintieron al morir, perdonando a sus enemigos, piden al poeta haga memoria de ellos en el mundo, auxiliándolos con sus ruegos. Jacobo del Casero, Buonconte de Montefeltro y Pía de Siena, hacen relación de su muerte.
La reprimenda de Virgilio - vv.1-21
De esa sombra me había separado,
y seguía los pasos de mi guía,
cuando detrás de mí, su dedo alzando, 3
una gritó: «¡Mirad, que no iluminan
los rayos a la izquierda del de abajo,
y cual vivo parece comportarse!» 6
Volví los ojos al oír aquello,
y los vi que miraban asombrados,
sólo a mí, y a la luz que interceptaba. 9
«¿Tú ánimo por qué se enreda tanto
‑dijo el maestro‑ que el andar retardas?
¿qué te importa lo que esos cuchichean? 12
Deja hablar a la gente y ven conmigo:
sé como aquella torre que no tiembla 14[L461]
nunca su cima aunque los vientos soplen; 15
pues aquel en quien bulle un pensamiento
sobre otro pensamiento, se extravía,
porque el fuego del uno ablanda al otro.» 18
¿Qué podía decir si no: « Ya voy»?
Díjelo, más cubriéndome el color
que digno de perdón al hombre vuelve. 21[L462]
Las muertes negligentes de muerte violenta - vv. 22-63
Mientras tanto a través de la ladera
una gente venía hacia nosotros,
cantando el «Miserere», verso a verso. 24[L463]
Cuando notaron que ocasión no daba
de atravesar los rayos con mi cuerpo,
por un gran «Oh» cambiaron su cantiga; 27
y dos de ellos, en forma de emisarios,
corrieron hacia mí y me preguntaron:
«Haznos saber de vuestra condición» 30
Y mi maestro: «Bien podéis marcharos
y a aquellos que os mandaron referirles
que el cuerpo de éste es carne verdadera. 33
Si al contemplar su sombra se pararon,
como yo creo, baste la respuesta:
hacedle honor, que acaso os aproveche.» 36
Tan rápidos vapores encendidos
no vi rasgar el cielo en plena noche,
ni las nubes de agosto en el ocaso, 39
como aquellos a lo alto se volvieron,
y junto a los demás dieron la vuelta,
como un tropel sin freno hacia nosotros. 42
«Mucha es la gente que a nosotros viene,
y te quieren rogar ‑‑dijo el poeta‑:
mas sigue andando, y caminando escucha.» 45[L464]
«Oh alma que caminas con aquellos
miembros con que naciste, a ser dichoso,
‑se acercaban gritando‑ aquieta el paso. 48
Mira si a alguno de nosotros viste,
para que de él allí noticias lleves:
¡Ah!, ¿por qué sigues? ¡Ah!, ¿por qué no paras? 51
Todos muertos violentamente fuimos,
y hasta el último instante pecadores;
la luz del cielo entonces nos dio juicio 54
y, arrepentidos, perdonando, fuera 55[L465]
salimos de la vida en paz con Dios,
y el deseo de verle nos aflige.» 57
Y yo: «Por más que mire vuestros rostros
no os reconozco: mas si deseáis
algo que pueda hacer, buenos espíritus, 60
decídmelo y lo haré, por esa paz
que, detrás de los pasos de mi guía,
de mundo en mundo buscar se me hace.» 63
Jacopo del Cassero - vv. 64-84
Y uno repuso: «Todos nos fiamos 64[L466]
de tus bondades sin que nos lo jures,
si es que tu voluntad no es impedida. 66
Por lo que yo que hablé antes que los otros,
te ruego, que si ves esa comarca
que está entre la Romaña y la de Carlos, 69[L467]
que de tus ruegos me hagas cortesía
en Fano, y que por mi bien se suplique,
y las graves ofensas purgar pueda. 72
Allí nací, mas los profundos huecos
por los que huyó la sangre en que vivía,
en tierras de Antenor me fueron hechos, 75[L468]
donde estar confiaba más seguro:
que lo mandó el de Este, pues me odiaba 77[L469]
más de lo que el derecho lo permite. 78
Pero si hacia la Mira hubiese huido, 79[L470]
cuando fui sorprendido en Oriaco,
aun estaría donde se respira. 81
Corrí al pantano, donde cieno y cañas
estorbaron mi paso y me caí;
y vi mi sangre en tierra hacer un lago.» 84
Bonconte da Montefeltro - vv. 85-129
Luego otro dijo: «¡Ay, así el deseo 85[L471]
se cumpla que te trae a esta montaña,
con piedad bondadosa ayuda al mío! 87
Yo nací en Montefeltro, soy Bonconte;
Giovanna y los demás no me recuerdan, 89[L472]
y sigo a estos con la frente gacha.» 90
Y le dije: «¿qué fuerza o qué aventura
de Campaldino te llevó tan lejos
que tu sepulcro nunca se ha encontrado?» 93
«Oh ‑me repuso‑, al pie del Casentino 94[L473]
un agua corre que se llama Arquiano,
nace en los Apeninos, sobre el Ermo. 96
Donde su nombre ya no necesita, 97[L474]
llegué con una herida en la garganta,
huyendo a pie y ensangrentando el llano. 99
Allí perdí la vista, y mi palabra
terminó con el nombre de María,
y allí al caer mi carne quedó sola. 102
Te diré la verdad y tú a los vivos:
un ángel me cogió, y el del Infierno
gritaba: «Oh tú, el del Cielo, ¿por qué quieres 105
privarme de él, llevándote lo eterno,
porque una lagrimilla me lo quita?
mas yo tendré el gobierno de lo otro.» 108[L475]
«Bien sabes que en el aire se recoge
el húmedo vapor que se hace agua,
en cuanto sube donde encuentra el frío. 111
Llegó aquel mal querer, que males busca 112[L476]
con su sabiduría, y humo y viento
movió con el poder de que es dotado. 114
El valle entonces, cuando cayó el día,
se cubrió desde el monte a Protomagno 116[L477]
de niebla; y todo el cielo se nubló, 117
y el aire denso convirtióse en agua;
cayó la lluvia, y vino a los barrancos
toda la que la tierra no absorbía; 120
y como se juntara en torrenteras,
tan veloz en el río principal
cayó, que nada pudo retenerla. 123
Mi cuerpo helado, en donde desemboca
halló al soberbio Arquiano: y éste al Arno
lo arrastró, deshaciendo de mi pecho 126
la cruz que hiciera del dolor vencido;
me volteó en la orilla y en el fondo,
y me cubrió y ciñó con sus botines.» 129[L478]
Pia de' Tolomei - vv. 130-136
«Ay, cuando al mundo regresado hayas,
y descansado de la larga ruta
‑siguió un tercer espíritu al segundo‑ 132[L479]
recuérdame, soy Pía, me hizo Siena,
Maremma me deshizo: bien lo sabe
aquel que, luego de poner su anillo, 135
con su gema me había desposado.» 136[L480]
Notas
[L461] Es un eco de la Eneida, VI, 554, «Stat ferrea turris ad auras».
[L462] Obviamente, ruborizándose.
[L463] El salmo L. El nuevo grupo que se acerca es uno de aquellos que fueron muertos violentamente y se arrepintieron de sus pecados en el último momento, perdonando incluso a sus verdugos.
[L464] Virgilio le insta para que no se detenga a pesar de los ruegos de aquellos que vienen a implorarle que lleve al mundo noticias de sus penas, ya que aún sigue con vida.
[L465] Arrepentidos de sus pecados, y perdonando a sus asesinos.
[L466] Se trata de Jacobo del Cassaro, de una noble familia de Fano perteneciente a la facción güelfa. Enemigo acérrimo de los Este de Ferrara, fue muerto a traición por sicarios de Azzo VIII, con la posible intervención de Malatestine de Rímini (Infierno, XXVII).
[L467] La Marca de Ancona está situada, en efecto, entre la Romaña y Nápoles.
[L468] En Padua, que se creía había sido fundada por Antenor, príncipe troyano (Eneida I, 247‑55).
[L469] El citado Azzo VIII de Este, que al parecer tenía buenas razones en su rivalidad con Jacobo.
[L470] La Mira es un pueblecito entre Padua y Oriaco. Dante, en este pasaje, se ajusta muy estrechamente a la geografía de la zona, hasta en el pequeño detalle del pantano.
[L471] Bonconte de Montefeltro era hijo de Guido (Infierno, XXVII). Perteneció al partido gibelino y luchó al servicio de Arezzo contra Florencia, muriendo en la batalla de Campaldino, que tuvo lugar el 11 de junio de 1289 y en la que tomó parte el propio Dante.
[L472] Su esposa Giovanna y «los demás», su hija Manentessa (esposa luego de Guido Selvatica, que acogió a Dante en 1306) y su hermano Federico.
[L473] Se trata del valle superior del Arno que ya hemos visto en Infierno, XXX. El Arquiano es un afluente del Arno que nace cerca del famoso convento de Camaldoli fundado por San Romualdo, a quien encontramos en Paraíso, XXII.
[L474] Porque desemboca en el Arno.
[L475] Irritado el diablo por no haberse podido llevar el alma de Bonconte, a causa de su postrer arrepentimiento, decide apoderarse de su cuerpo.
[L476] El propio diablo.
[L477] Se trata de una altísima cordillera del Apenino que separa el Val d'Arno casentinense del Val d'Arno superior.
[L478] Es decir, con todo lo que el río llevaba en aluvión.
[L479] Aunque apenas nos dice nada de ella, salvo su nombre y los lugares de su muerte y su nacimiento, lo que ha dado pie a infinitas conjeturas y controversias, debe tratarse de Pia dei Tolomei, bellísima muchacha sienesa, desposada con el despótico Paganello Panochieschi, señor del castillo della Pietra en la Maremma sienesa, partidario de los güelfos, y podestá de Volterra y de Lucca. Este cruel Nello había ya estado casado en dos ocasiones, y al parecer, deseando desposarse con Margarita Aldobrandeschi, a cuyo padre conoceremos en Purgatorio, XV, y viuda a su vez de Guido de Monforte (Infierno, XII) y de Orsello Orsini, decidió deshacerse de ella arrojándola por una ventana del apartado castillo de la Pietra (1297). No es admisible la opinión de algunos de que Pia muriese de fiebres palúdicas, ni que la causa de su muerte fuera su infidelidad o los celos de su marido.
[L480] El propio Nello.
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