Purgatorio: Canto III


ANTEPURGATORIO. ISLETA
ALMAS DE MUERTOS EN CONTUMACIA DE LA IGLESIA

Los poetas prosiguen su camino. Confusión de ambos a consecuencia de su huida. Dante, al ver que su cuerpo interceptaba los rayos del sol. se admira que Virgilio no proyecte su sombra y se cree abandonado por éste. Discurso de Virgilio sobre el misterio del más allá. Encuentran almas que les indica el camino y vuelven hacia atrás. Manfredo, rey de Sicilia, relata su muerte y su conversión final, pidiendo al Dante lo encomiende a la hija suya para abreviar su penitencia. Detención al pie de la montaña de los condenados por la iglesia, arrepentidos a última hora.





El comienzo del ascenso - versos 1-45

Por más que aquella huida repentina
por la llanura a todos dispersara,
hacia el monte en que aguija la justicia, 3

a mi fiel compañero me arrimé:
¿pues cómo habría yo sin él corrido?
¿Quién por el monte hubiérame llevado? 6[L424]

Le creí descontento de sí mismo:
¡Oh qué digna y qué pura conciencia
con qué amargor te muerde un leve fallo! 9

Cuando sus pies dejaron de ir aprisa, 10[L425]
que a cualquier acto quítale el decoro,
mi pensamiento, empecinado antes, 12[L426] 

reanudó su discurso, deseoso,
y dirigí mis ojos hacia el monte
que al cielo más se eleva de las aguas. 15[L427]

El sol, que atrás en rojo flameaba,
se rompía delante de mi cuerpo,
pues sus rayos en mí se detenían. 18

Me volví hacia los lados temeroso
de estar abandonado, cuando vi
sólo ante mí la tierra oscurecida; 21

y: «¿Por qué desconfías? ‑mi consuelo
volviéndose hacia mí empezó a decirme-
¿no crees que te acompaño y que te guío? 24

Es ya la tarde donde sepultado 25[L428]
está aquel cuerpo en el que sombra hacía;
no en Brindis, sino en Nápoles se encuentra. 27[L429]

Por lo cual si ante mí nada se ensombra,
no debes extrañarte, igual que el cielo
no detiene el camino de los rayos. 30

Por sufrir penas, frías y calientes,
Dios ha dispuesto cuerpos semejantes,
de modo que no quiere revelarnos. 33

Loco es quien piense que nuestra razón 34[L430]
pueda seguir por la infinita senda
que sigue una sustancia en tres personas. 36

Os baste con el quía, humana prole;
pues, si hubierais podido verlo todo,
ocioso fuese el parto de María; 39

y tú has visto sin frutos desearlo 40[L431]
a tales que aquietaran su deseo,
que eternamente ahora les enluta: 42

de Aristóteles hablo y de Platón
y aun de otros más»; y aquí inclinó la frente,
y más no dijo y quedóse turbado. 45[L432]


Los excomulgados - vv. 46-102  

Llegamos entretanto al pie del monte;
tan escarpadas estaban las rocas,
que en vano habría piernas bien dispuestas. 48

Entre Rurbia y Lerice el más desierto, 49[L433]
el más roto barranco, es escalera,
comparado con éste, abierta y fácil. 51

«¿Ahora quién sabe en donde la pendiente
‑deteniéndose, dijo mi maestro-
pueda subir aquel que va sin alas?» 54

Y mientras meditaba con la vista
baja, sobre la suerte del camino,
y yo miraba arriba del peñasco, 57

a mano izquierda apareció una turba 58[L434]
de almas que venía hacia nosotros,
mas tan lentos que no lo parecía. 60

«Alza ‑dije‑ maestro, la mirada:
hay aquí quien podrá darnos consejo,
si no puedes tenerlo por ti mismo.» 63

Entonces miró, y con el rostro sereno
me dijo: «Vamos pues, que vienen lentos;
y afirma la esperanza, dulce hijo.» 66

Tan lejos aún estaba aquella gente,
luego de haber mil pasos caminado,
como un buen lanzador alcanzaría, 69

cuando a las duras peñas se arrimaron
de la alta sima, quietos y apretados,
cual caminante que dudoso mira. 72

«Felices muertos, almas elegidas
‑Virgilio dijo‑ por la paz aquella
que todos esperáis, según bien creo, 75

decidnos dónde baja la montaña,
para poder subir; pues más disgusta
perder el tiempo a quien su precio sabe.» 78

Cual salen del redil las ovejillas
de una, de dos, de tres y temerosas
están las otras, vista y morro en tierra; 81

y lo que la primera hacen las otras,
acercándose a ella si se para,
simples y calmas, y el porqué no saben; 84

así vi que venía la cabeza
de aquella grey afortunada entonces,
con recatado andar y rostro honesto. 87

Al ver los de delante interrumpida
la luz en tierra a mi derecho flanco
desde mí hasta la roca haciendo sombra, 90

se detuvieron, y hacia atrás se echaron,
y todos esos que detrás venían,
no sabiendo por qué, lo mismo hicieron. 93

«Sin que lo preguntéis yo os comunico
que este cuerpo que veis es cuerpo humano;
por lo que el sol ha interceptado en tierra. 96

No os debéis asombrar, pero creedme
que no sin que lo quieran en el cielo
estas paredes escalar pretende.» 99

Así el maestro; y esas dignas gentes:
«Volved ‑dijeron‑ y seguid un poco»,
haciéndonos señales con la mano. 102


Manfredi - versos 103-145

Y uno de aquéllos empezó: «Quien quiera 103[L435]
que seas, vuelve el rostro mientras andas:
recuerda si me viste en la otra vida.» 105

Volví la vista a él muy fijamente
rubio era y bello y de gentil aspecto,
mas un tajo una ceja le partía. 108

Cuando con humildad hube negado
haberle visto nunca, él dijo: «Mira»
y mostróme una llaga sobre el pecho. 111

Luego sonriendo dijo: «Soy Manfredo: 112[L436]
la emperatriz Constanza fue mi abuela;
y te suplico que, cuando regreses, 114

le digas a mi hermosa hija, madre 115[L437]
del honor de Aragón y de Sicilia,
la verdad, si es que cuentan de otro modo. 117

Después de ser mi cuerpo atravesado
por dos golpes mortales, me volví
llorando a quien perdona de buen grado. 120

Abominables mis pecados fueron
mas tan gran brazo tiene la bondad
infinita, que acoge a quien la implora. 123

Si el pastor de Cosenza, que a mi caza 124[L438]
entonces fue enviado por Clemente, 125[L439]
la página divina comprendiera, 126

los huesos de mi cuerpo aún estarían
al pie del puente junto a Benevento,
y por pesadas piedras custodiados. 129[L440]

Mas los baña la lluvia y mueve el viento,
fuera del reino, casi junto al Verde,
donde él los trasladó sin luz alguna. 132

Mas por su maldición, nunca se pierde, 133[L441]
sin que pueda volver, el infinito
amor, mientras florezca la esperanza. 135

Verdad es que quien muere contumaz,
con la Iglesia, aunque al fin arrepentido,
fuera debe de estar de esta montaña, 138

treinta veces el tiempo que viviera
en esa presunción, si tal decreto
no se acorta con buenas oraciones. 141[L442]

Piensa pues lo dichoso que me harías,
a mi buena Constanza revelando
cómo me has visto, y esta prohibición: 143[L443]

que aquí, por los de allá, mucho se avanza. 144



Notas

[L424] Virgilio parece disgustado por haber merecido él también el reproche de Catón por entretenerse en cosas banales. Recordad el episodio en Infierno, XXX, en que es el latino quien reprocha a Dante el entretenerse con nade­rías.

[L425] La prisa, al igual que el reírse o cualquier otra desmesura, va contra el decoro que deben guardar las personas nobles y sabias.

[L426] En el recuerdo de su amigo Cassella o en el reproche de Catón.

[L427] El Purgatorio es la montaña más alta de la tierra. Dante utiliza aquí un neologismo, «si dislaga».

[L428] En efecto, si en el Purgatorio son aproximadamente las seis de la mañana, hora del amanecer, en Jerusalén son las seis de la tarde, y en Nápoles algo después del mediodía.

[L429] Virgilio, muerto en Brindisi, fue sepultado en Nápoles por orden de Au­gusto (Purgatorio, VII).

[L430] La razón no puede alcanzar el porqué de los designios de Dios uno y Tri­no, y tiene que conformarse con el «quia» (el qué) sin preguntarse por otras cuestiones inalcanzables para las fuerzas humanas sin el concurso de la fe.

[L431] 40‑42 «Tú mismo has visto desear el saber aún más, sin resultado alguno, a algunos hombres de tanta altura intelectual que hubieran podido conseguirlo. Mas por haber carecido del auxilio de la fe, ahora este deseo insatisfecho les atormenta.

[L432] Se refiere ahora a sí mismo, que comparte con los filósofos de la antigüedad el lugar de los no bautizados, y la imposibilidad de ver a Dios y satisfacer sus ansias de conocimiento.

[L433] Lerice es un castillo, y Rurbia un pueblecillo, ambos en la costa de Liguria.

[L434] Se trata de un grupo de almas de aquellos que, a pesar de haberse arrepentido de sus culpas antes de morir, se encontraban bajo la excomunión, y tienen que dar vueltas en torno a la montaña antes de iniciar su penitencia, durante un tiempo treinta veces mayor que aquel que duró la excomunión.

[L435] Se trata de Manfredo, hijo natural de Federico II y de Blanca Lancia. Debió nacer en torno a 1232 y murió cerca de Benevento en 1266, tras haber intentado asumir la herencia de su padre y haber luchado encarnizadamente contra el papado (Inocencio IV, que le excomulgó, Alejandro IV y Urbano IV) y contra Carlos de Anjou, el hermano de Luis IX, bajo cuyas tropas sucumbió el joven caudillo gibelino. La historiografía de la época trató su figura con comprensible disparidad según sus opiniones políticas, pero casi todos coinciden en su atractivo y su nobleza. Dante, obviamente, se muestra muy favorable al personaje, al que atribuye un arrepentimiento salvador antes de la muerte, cosa que no hace, en cambio, con su padre, Federico II.

[L436] Esposa de Enrique VI de Alemania (hijo de Federico Barbarroja); fue la madre de Federico II.

[L437] Su hija, también llamada Constanza, fue esposa de Pedro III de Aragón, de quien tuvo a Federico, rey de Sicilia, y a Jaime II, que le sucedió en la corona peninsular.

[L438] Bartolomé Pignatelli, obispo de Cosenza.

[L439] Clemente IV, papa desde 1265 hasta 1288.

[L440] Manfredo va a referirse en los siguientes versos a la no comprobada leyenda acerca de su muerte. Según ésta, su cuerpo enterrado fuera de lugar sagrado fue cubierto de grandes piedras que arrojaron sus barones, hasta que el obispo mandó trasladarlo fuera de su territorio, por ser éste de jurisdicción eclesiástica, y lo mandó enterrar cerca del río Verde, en el confín de la comarca.

Manfredo quiere decir que si el obispo hubiese leído atentamente el pasaje evangélico (Juan, VI, 37) sobre el arrepentimiento, no hubiese obrado de esta manera.

[L441] Por haber sido excomulgado.

[L442] Manfredo, y Dante por su boca, pide las oraciones de los vivos para acortar las penas de las almas del Purgatorio. Esta idea es constante en esta etapa del viaje.

[L443] Constanza, hija de Manfredo, vivió hasta 1302.

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