Círculo séptimo: Violencia
Aro tercero: Violentos contra el arte
Gerión, Scrovigno, Buiamonte, descenso al octavo círculo
Descripción del monstruo Gerión, imagen del fraude. Mientras Virgilio negocia con Gerión el pasaje del abismo, Dante va a visitar el último jirón del séptimo círculo. Los usureros, o sea los violentos contra sí y contra el arte (V. canto XI). Grupo de condenados bajo una lluvia de fuego con bolsas blasonadas colgadas al cuello. Retorna Dante a donde había dejado a Virgilio. Los dos poetas descienden al octavo círculo en hombros de Gerión.
Gerión - versos 1-27
«Mira la bestia con la cola aguda, 1[L184]
que pasa montes, rompe muros y armas;
mira aquella que apesta todo el mundo.» 3
Así mi guía comenzó a decirme;
y le ordenó que se acercase al borde
donde acababa el camino de piedra. 6
Y aquella sucia imagen del engaño
se acercó, y sacó el busto y la cabeza,
mas a la orilla no trajo la cola. 9
Su cara era la cara de un buen hombre,
tan benigno tenía lo de afuera,
y de serpiente todo lo restante. 12
Garras peludas tiene en las axilas;
y en la espalda y el pecho y ambos flancos
pintados tiene ruedas y lazadas. 15
Con más color debajo y superpuesto
no hacen tapices tártaros ni turcos,
ni fue tal tela hilada por Aracne. 18[L185]
Como a veces hay lanchas en la orilla,
que parte están en agua y parte en seco;
o allá entre los glotones alemanes 21
el castor se dispone a hacer su caza,
se hallaba así la fiera detestable
al horde pétreo, que la arena ciñe. 24
Al aire toda su cola movía,
cerrando arriba la horca venenosa,
que a guisa de escorpión la punta armaba. 27
Los usureros - vv. 28-78
El guía dijo: «Es preciso torcer
nuestro camino un poco, junto a aquella
malvada bestia que está allí tendida.» 30
Y descendimos al lado derecho,
caminando diez pasos por su borde,
para evitar las llamas y la arena. 33
Y cuando ya estuvimos a su lado,
sobre la arena vi, un poco más lejos,
gente sentada al borde del abismo. 36
Aquí el maestro: «Porque toda entera
de este recinto la experiencia lleves
‑me dijo‑, ve y contempla su castigo. 39
Allí sé breve en tus razonamientos:
mientras que vuelvas hablaré con ésta,
que sus fuertes espaldas nos otorgue.» 42
Así pues por el borde de la cima
de aquel séptimo círculo yo solo
anduve, hasta llegar a los penados. 45[L186]
Ojos afuera estallaba su pena,
de aquí y de allí con la mano evitaban
tan pronto el fuego como el suelo ardiente: 48
como los perros hacen en verano,
con el hocico, con el pie, mordidos
de pulgas o de moscas o de tábanos. 51
Y después de mirar el rostro a algunos,
a los que el fuego doloroso azota,
a nadie conocí; pero me acuerdo 54
que en el cuello tenía una bolsa
con un cierto color y ciertos signos,
que parecían complacer su vista. 57
Y como yo anduviéralos mirando,
algo azulado vi en una amarilla,
que de un león tenía cara y porte. 60
Luego, siguiendo de mi vista el curso,
otra advertí como la roja sangre,
y una oca blanca más que la manteca. 63
Y uno que de una cerda azul preñada 64[L187]
señalado tenía el blanco saco,
dijo: «¿Qué andas haciendo en esta fosa? 66
Vete de aquí; y puesto que estás vivo,
sabe que mi vecino Vitaliano 68[L188]
aquí se sentará a mi lado izquierdo; 69
de Padua soy entre estos florentinos:
y las orejas me atruenan sin tasa
gritando: “¡Venga el noble caballero 72[L189]
que llenará la bolsa con tres chivos!”»
Aquí torció la boca y se sacaba
la lengua, como el buey que el belfo lame. 75
Y yo, temiendo importunar tardando
a quien de no tardar me había advertido,
atrás dejé las almas lastimadas. 78
Descenso al octavo círculo - vv. 79-136
A mi guía encontré, que ya subido
sobre la grupa de la fiera estaba,
y me dijo: «Sé fuerte y arrojado. 81
Ahora bajamos por tal escalera:
sube delante, quiero estar en medio,
porque su cola no vaya a dañarte.» 84
Como está aquel que tiene los temblores
de la cuartana, con las uñas pálidas,
y tiembla entero viendo ya el relente, 87
me puse yo escuchando sus palabras;
pero me avergoncé con su advertencia,
que ante el buen amo el siervo se hace fuerte. 90
Encima me senté de la espaldaza:
quise decir, mas la voz no me vino
como creí: «No dejes de abrazarme.» 93
Mas aquel que otras veces me ayudara
en otras dudas, luego que monté,
me sujetó y sostuvo con sus brazos. 96
Y le dijo: «Gerión, muévete ahora:
las vueltas largas, y el bajar sea lento:
piensa en qué nueva carga estás llevando.» 99
Como la navecilla deja el puerto
detrás, detrás, así ésta se alejaba;
y luego que ya a gusto se sentía, 102
en donde el pecho, ponía la cola,
y tiesa, como anguila, la agitaba,
y con los brazos recogía el aire. 105
No creo que más grande fuese el miedo
cuando Faetón abandonó las riendas, 107[L190]
por lo que el cielo ardió, como aún parece; 108
ni cuando la cintura el pobre Ícaro
sin alas se notó, ya derretidas,
gritando el padre: «¡Mal camino llevas!»; 111
que el mío fue, cuando noté que estaba
rodeado de aire, y apagada
cualquier visión que no fuese la fiera; 114
ella nadando va lenta, muy lenta;
gira y desciende, pero yo no noto
sino el viento en el rostro y por debajo. 117
Oía a mi derecha la cascada
que hacía por encima un ruido horrible,
y abajo miro y la cabeza asomo. 120
Entonces temí aún más el precipicio,
pues fuego pude ver y escuchar llantos;
por lo que me encogí temblando entero. 123
Y vi después, que aún no lo había visto,
al bajar y girar los grandes males,
que se acercaban de diversos lados. 126
Como el halcón que asaz tiempo ha volado,
y que sin ver ni señuelo ni pájaro
hace decir al halconero: «¡Ah, baja!», 129
lento desciende tras su grácil vuelo,
en cien vueltas, y a lo lejos se pone
de su maestro, airado y desdeñoso, 132
de tal modo Gerión se posó al fondo,
al mismo pie de la cortada roca,
y descargadas nuestras dos personas, 135
se disparó como de cuerda tensa.
Notas
[L184] Gerión, monstruo con cuerpo de serpiente y rostro humano, es el símbolo del fraude según Virgilio (Eneida, VIII, 202) y otros antiguos, Gerión es un rey famoso por su crueldad, que Hércules mató en uno de sus doce trabajos.
[L185] Aracne, a quien ya veremos en Purgatorio, XII, es la famosa princesa que desafió a Atenea a medir su arte como tejedoras, y convertida en araña por la diosa ganadora (Metamorfosis, VI).
[L186] 45‑63 Se trata de los condenados por el pecado de la avaricia, a quienes describe por medio de sus escudos de armas. El poeta nos presenta en primer lugar . un miembro de la familia Cianfigliacci, güelfos de Florencia; y de los Obriachi, también florentinos.
[L187] Tal vez Reginaldo Scrovegni, de Padua, cuyo hijo encargó a Giotto los frescos de la capilla de la Arena, levantada en satisfacción de la avaricia de su padre.
[L188] Vitaliano del Bente, paduano, podestá de Vicenza en 1304.
[L189] Giovanni dei Buiamonti, florentino, como los primeros, murió en 1310, es decir, que aún lo esperan en el Infierno.
[L190] 107‑109 Faetón a Ícaro, como bien sabemos, son dos ejemplos, consagrados por la tradición, de caídas trágicas, el uno del carro del sol, que conducía, y el otro al deshacerse sus alas de cera.
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