Infierno: Canto XVI


Círculo séptimo: Violencia
Aro tercero: Violentos contra la naturaleza.
G. Guerra, Aldobrandi, Rusticucci, catarata del río, Gerión

Continuación del tercer aro del séptimo círculo. El rumor de las aguas que corren al Flegetón. Encuentro con otra mesnada de sodomitas. Tres florentinos ilustres manifiestan a Dante sus ideas sobre el estado político, moral y civil de su patria. Amarga respuesta del poeta. En el centro del círculo el agua del Flegetón se precipita en el vasto pozo del círculo inferior. La soga del poeta con que Virgilio atrae al monstruo del Flegetón. Aparición del monstruo del fraude.




Los tres florentinos - versos 1-63

Ya estaba donde el resonar se oía
del agua que caía al otro círculo,
como el que hace la abeja en la colmena; 3

cuando tres sombras juntas se salieron,
corriendo, de una turba que pasaba
bajo la lluvia de la áspera pena. 6

Hacia nosotros gritando venían:
«Detente quien parece por el traje
ser uno de la patria depravada.» 9

¡Ah, cuántas llagas vi en aquellos miembros,
viejas y nuevas, de la llama ardidas!
me siento aún dolorido al recordarlo. 12

A sus gritos mi guía se detuvo;
volvió el rostro hacia mí, y me dijo: « Espera,
pues hay que ser cortés con esta gente. 15

Y si no fuese por el crudo fuego
que este sitio asaetea, te diría
que te apresures tú mejor que ellos.» 18

Ellos, al detenernos, reemprendieron
su antiguo verso; y cuando ya llegaron,
hacen un corro de sí aquellos tres, 21

cual desnudos y untados campeones,
acechando a su presa y su ventaja,
antes de que se enzarcen entre ellos; 24[L175]

y con la cara vuelta, cada uno
me miraba de modo que al contrario
iba el cuello del pie continuamente. 27

«Si el horror de este suelo movedizo
vuelve nuestras plegarias despreciables
‑uno empezó‑ y la faz negra y quemada, 30

nuestra fama a tu ánimo suplique
que nos digas quién eres, que los vivos
pies tan seguro en el infierno arrastras. 33

Éste, de quien me ves pisar las huellas,
aunque desnudo y sin pellejo vaya,
fue de un grado mayor de lo que piensas, 36[L176]

pues nieto fue de la bella Gualdrada;
se llamó Guido Guerra, y en su vida
mucho obró con su espada y con su juicio. 39

El otro, que tras mí la arena pisa,
es Tegghiaio Aldobrandi, cuya voz 41[L177]
en el mundo debiera agradecerse; 42

y yo, que en el suplicio voy con ellos,
Jacopo Rusticucci; y fiera esposa 44[L178]
más que otra cosa alguna me condena.» 45

Si hubiera estado a cubierto del fuego,
me hubiera ido detrás de ellos al punto,
y no creo que al guía le importase; 48

mas me hubiera abrasado, y de ese modo
venció el miedo al deseo que tenía,
pues de abrazarles yo me hallaba ansioso. 51

Luego empecé: «No desprecio, mas pena
en mi interior me causa vuestro estado,
y es tanta que no puedo desprenderla, 54

desde el momento en que mi guía dijo
palabras, por las cuales yo pensaba
que, como sois, se acercaba tal gente. 57

De vuestra tierra soy, y desde siempre
vuestras obras y nombres tan honrados,
con afecto he escuchado y retenido. 60

Dejo la hiel y voy al dulce fruto
que mi guía veraz me ha prometido,
pero antes tengo que llegar al centro.» 63


La corrupción de Florencia - vv. 64-90

«Muy largamente el alma te conduzcan
todavía ‑me dijo aquél‑ tus miembros,
y resplandezca luego tu memoria, 66

di si el valor y cortesía aún se hallan
en nuestra patria tal como solían,
o si del todo han sido ya expulsados; 69

que Giuglielmo Borsiere, el cual se duele 70[L179]
desde hace poco en nuestro mismo grupo,
con sus palabras mucho nos aflige.» 72

«Las nuevas gentes, las ganancias súbitas, 73[L180]
orgullo y desmesura han generado,
en ti, Florencia, y de ello te lamentas.» 75

Así grité levantando la cara;
y los tres, que esto oyeron por respuesta,
se miraron como ante las verdades. 78

«Si en otras ocasiones no te cuesta
satisfacer a otros ‑me dijeron‑,
dichoso tú que dices lo que quieres. 81

Pero si sales de este mundo ciego
y vuelves a mirar los bellos astros,
cuando decir “estuve allí” te plazca, 84

háblale de nosotros a la gente.»
Rompieron luego el círculo y, huyendo,
alas sus raudas piernas parecían. 87

Un amén no podría haberse dicho
antes de que ellos se hubiesen perdido;
por lo que el guía quiso que partiésemos. 90


La cuerda de Dante - vv. 91-114

Yo iba detrás, y no avanzamos mucho
cuando el agua sonaba tan de cerca,
que apenas se escuchaban las palabras. 93

Como aquel río sigue su carrera
primero desde el Veso hacia el levante,
a la vertiente izquierda de Apenino, 96[L181]

que Acquaqueta se llama abajo, antes
de que en un hondo lecho se desplome,
y en Forlí ya ese nombre no conserva, 99

resuena allí sobre San Benedetto,
de la roca cayendo en la cascada
en donde mil debieran recibirle; 102

así en lo hondo de un despeñadero,
oímos resonar el agua roja,
que el oído ofendía al poco tiempo. 105

Yo llevaba una cuerda a la cintura 106[L182]
con la que alguna vez hube pensado
cazar la onza de la piel pintada. 108

Luego de haberme toda desceñido,
como mi guía lo había mandado,
se la entregué recogida en un rollo. 111

Entonces se volvió hacia la derecha
y, alejándose un trecho de la orilla,
la arrojó al fondo de la escarpadura. 114


Subida de Gerión - vv. 115-136

«Alguna novedad ha de venirnos
‑pensaba para mí‑ del nuevo signo,
que el maestro así busca con los ojos.» 117

¡Cuán cautos deberían ser los hombres
junto a aquellos que no sólo las obras,
mas por dentro el pensar también conocen! 120

«Pronto ‑dijo‑ verás sobradamente
lo que espero, y en lo que estás pensando:
pronto conviene que tú lo descubras.» 123

La verdad que parece una mentira
debe el hombre callarse mientras pueda,
porque sin tener culpa se avergüence: 126

pero callar no puedo; y por las notas,
lector, de esta Comedia, yo te juro, 128[L183]
así no estén de larga gracia llenas, 129

que vi por aquel aire oscuro y denso
venir nadando arriba una figura,
que asustaría el alma más valiente, 132

tal como vuelve aquel que va al fondo
a desprender el ancla que se agarra
a escollos y otras cosas que el mar cela, 135

que el cuerpo extiende y los pies se recoge.



Notas

[L175] Para algunos comentaristas Dante alude a los luchadores grecorromanos, mas para otros, a las prácticas de los juicios de Dios de la Edad Media En todo caso, la imagen de estos tres nobles florentinos, desnudos y agarrados dando vueltas, no puede ser más humillante para su dignidad.

[L176] 36‑39 Guido VI Guerra fue un nobilísimo capitán de los güelfos florentinos, famoso por su valor y sus hechos de armas; en 1255 fue el general de los güel­fos que derrotaron a los gibelinos de Arezzo, después de haber sido nombrado benefactor de la Iglesia por el pontífice Inocencio IV. Exiliado tras Monteaper­ti, volvió a Florencia en 1267 y murió en 1272. Fue, en efecto, nieto de Gualdrada dei Ravignani, mujer considerada un modelo de virtudes domésticas, pues en 1170 se había negado a dar un beso de bienvenida al emperador Otón IV. Gualdrada era a su vez, lejana parienta de los Alighieri, pues una hermana suya casó con Alighiero, hijo de Cacciaguida y fue, por tanto, bisabuela de Dante.

[L177] Tegghiaio Aldobrandi degli Adimari, podestá de Arezzo, y ya muerto en 1267, aconsejó a los florentinos que no atacasen a los sieneses, con lo que hubieran evitado la derrota de Monteaperti.

[L178] Jacoppo Rusticucci, también güelfo y contemporáneo de los anteriores, debió estar desposado con una mujer de muy mal carácter, que justificaría sus prácticas homosexuales.

[L179] También Bocaccio habla en el Decamerón (I, 8) de este noble y virtuoso florentino muerto cerca de 1300, y por tanto acabado de llegar al Infierno.

[L180] La gente de los alrededores de Florencia ha invadido la antigua ciudad, donde se enriquece súbitamente (ver las palabras de Cacciaguida en Paraí­so, XVI).

[L181] Dante compara la caída del río infernal Flegetonte del séptimo al octavo círculo con la cascada del Montone, río de Romagna, que cae desde el Apenino antes de unirse con el Po, cerca de un gran monasterio benedictino donde debería ser recibido por mil monjes, pero que ahora se encuentra despoblado.

[L182] Esta cuerda que Dante lleva ceñida y con la que pensó vencer a la onza, símbolo de la lujuria, es el cordón que se ceñían los miembros de la orden terce­ra franciscana, es decir, los laicos que, como Dante debió hacer, seguían la regla de San Francisco. Tras haber dejado atrás todos los círculos donde se purga la lujuria, Dante ya no necesita este símbolo de la castidad, y Virgilio la usa para llamar con ella a Gerión, como veremos más adelante.

[L183] «Comedia» no como título de la obra, sino como descripción genérica en oposición a «Tragedia», pues, como Dante escribe, empieza mal y concluye bien.

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