Infierno: Canto VIII


Círculo quinto: Ira 
Flegias, Felipe Argenti, muro y puerta de Dite, oposición de los demonios 

Los dos poetas divisan a lo lejos una torre elevada y ven brillar en ella una luz de señal a que responde otra lejana. Flegias acude con su barca, para transportarlos por la Estigia a la ciudad infernal de Dite. En el tránsito encuentran a Felipe Argenti enfangado. Los demonios de la ciudad maldita se oponen furiosos a su entrada. El maestro asegura que saldrá triunfante de la prueba, porque el auxilio divino está cercano.




Pasaje del Estige, Flegias - vv. 1-30

Digo, para seguir, que mucho antes 1[L80]
de llegar hasta el pie de la alta torre,
se encaminó a su cima nuestra vista, 3

porque vimos allí dos lucecitas,
y otra que tan de lejos daba señas,
que apenas nuestros ojos la veían. 6

Y yo le dije al mar de todo seso:
«Esto ¿qué significa? y ¿qué responde
el otro foco, y quién es quien lo hace?» 9

Y él respondió: «Por estas ondas sucias
ya podrás divisar lo que se espera,
si no lo oculta el humo del pantano.» 12

Cuerda no lanzó nunca una saeta
que tan ligera fuese por el aire,
como yo vi una nave pequeñita 15

por el agua venir hacia nosotros,
al gobierno de un solo galeote,
gritando: «Al fin llegaste, alma alevosa.» 18

«Flegias, Flegias, en vano estás gritando 19[L81]
díjole mi señor en este punto‑;
tan sólo nos tendrás cruzando el lodo.» 21

Cual es aquel que gran engaño escucha
que le hayan hecho, y luego se contiene,
así hizo Flegias consumido en ira. 24

Subió mi guía entonces a la barca,
y luego me hizo entrar detrás de él;
y sólo entonces pareció cargada. 27

Cuando estuvimos ambos en el leño,
hendiendo se marchó la antigua proa
el agua más que suele con los otros. 30


Filippo Argenti - vv. 31-63

Mientras que el muerto cauce recorríamos
uno, lleno de fango vino y dijo:
«¿Quién eres tú que vienes a destiempo?» 33.

Y le dije: « Si vengo, no me quedo;
pero ¿quién eres tú que estás tan sucio?»
Dijo: «Ya ves que soy uno que llora.» 36

Yo le dije: «Con lutos y con llanto,
puedes quedarte, espíritu maldito,
pues aunque estés tan sucio te conozco.» 39

Entonces tendió al leño las dos manos;
mas el maestro lo evitó prudente,
diciendo: «Vete con los otros perros.» 42

Al cuello luego los brazos me echó,
besóme el rostro y dijo: «!Oh desdeñoso,
bendita la que estuvo de ti encinta! 45

Aquel fue un orgulloso para el mundo;
y no hay bondad que su memoria honre:
por ello está su sombra aquí furiosa. 48

Cuantos por reyes tiénense allá arriba,
aquí estarán cual puercos en el cieno,
dejando de ellos un desprecio horrible.» 51

Y yo: «Maestro, mucho desearía
el verle zambullirse en este caldo,
antes que de este lago nos marchemos.» 54

Y él me repuso: «Aún antes que la orilla
de ti se deje ver, serás saciado:
de tal deseo conviene que goces.» 57

Al poco vi la gran carnicería
que de él hacían las fangosas gentes;
a Dios por ello alabo y doy las gracias. 60

«¡A por Felipe Argenti!», se gritaban, 61[L82]
y el florentino espíritu altanero
contra sí mismo volvía los dientes. 63


Los muros de la ciudad de Dite - vv. 64-130

Lo dejamos allí, y de él más no cuento.
Mas el oído golpeóme un llanto,
y miré atentamente hacia adelante. 66

Exclamó el buen maestro: «Ahora, hijo,
se acerca la ciudad llamada Dite, 68[L83]
de graves habitantes y mesnadas.» 69

Y yo dije: «Maestro, sus mezquitas 70[L84]
en el valle distingo claramente,
rojas cual si salido de una fragua 72

hubieran.» Y él me dijo: «El fuego eterno
que dentro arde, rojas nos las muestra,
como estás viendo en este bajo infierno.» 75

Así llegamos a los hondos fosos
que ciñen esa tierra sin consuelo;
de hierro aquellos muros parecían. 78

No sin dar antes un rodeo grande,
llegamos a una parte en que el barquero
«Salid ‑gritó con fuerza‑ aquí es la entrada.» 81

Yo vi a más de un millar sobre la puerta
de llovidos del cielo, que con rabia
decían: «¿Quién es este que sin muerte 84

va por el reino de la gente muerta?»
Y mi sabio maestro hizo una seña
de quererles hablar secretamente. 87

Contuvieron un poco el gran desprecio
y dijeron: « Ven solo y que se marche
quien tan osado entró por este reino; 90

que vuelva solo por la loca senda;
pruebe, si sabe, pues que tú te quedas,
que le enseñaste tan oscura zona.» 93

Piensa, lector, el miedo que me entró
al escuchar palabras tan malditas,
que pensé que ya nunca volvería. 96

«Guía querido, tú que más de siete
veces me has confortado y hecho libre
de los grandes peligros que he encontrado, 99

no me dejeis ‑le dije‑ así perdido;
y si seguir mas lejos nos impiden,
juntos volvamos hacia atrás los pasos.» 102

Y aquel señor que allí me condujera
«No temas ‑dijo‑ porque nuestro paso
nadie puede parar: tal nos lo otorga. 105

Mas espérame aquí, y tu ánimo flaco
conforta y alimenta de esperanza,
que no te dejaré en el bajo mundo.» 108

Así se fue, y allí me abandonó
el dulce padre, y yo me quedé en duda
pues en mi mente el no y el sí luchaban. 111

No pude oír qué fue lo que les dijo:
mas no habló mucho tiempo con aquéllos,
pues hacia adentro todos se marcharon. 114

Cerráronle las puertas los demonios
en la cara a mi guía, y quedó afuera,
y se vino hacia mí con pasos lentos. 117

Gacha la vista y privado su rostro
de osadía ninguna, y suspiraba:
« ¡Quién las dolientes casa me ha cerrado!» 120

Y él me dijo: «Tú, porque yo me irrite,
no te asustes, pues venceré la prueba,
por mucho que se empeñen en prohibirlo. 123

No es nada nueva esta insolencia suya,
que ante menos secreta puerta usaron,
que hasta el momento se halla sin cerrojos. 126[L85]

Sobre ella contemplaste el triste escrito:
y ya baja el camino desde aquélla,
pasando por los cercos sin escolta, 129

quien la ciudad al fin nos hará franca.



Notas

[L80] Según algunos antiguos comentaristas, Dante habría escrito los siete primeros cantos en Florencia, antes de partir al exilio, y allí habrían quedado dentro de un cofrecillo, que volvió a su poder en 1306 continuando de este modo la obra. No parece ser una hipótesis demasiado fiable, pero no deja de ser atractiva.

[L81] Flegias era un hijo de Marte, que vengó una afrenta hecha por Apolo a su hija Coronide, incendiando su templo de Delfos. Su nombre significa «El incen­diario»

[L82] Filipo Argenti dei Adimari fue contemporáneo de Dante. El sobrenom­bre de «Argenti» se debe a que en alguna ocasión hizo herrar a su caballo con herraduras de plata. Era famoso por su carácter soberbio, pero no olvidemos que fueron los Adimari quienes se quedaron con la casa de los Alighieri al partir Dante al exilio.

[L83] Dite es un nombre latino de Hades, dios de los infiemos. Dante llama así a Lucifer y a la ciudad donde se castiga a los pecadores por malicia, no por in­continencia.

[L84] Mezquitas en oposición a iglesias, como el mal se opone al bien.

[L85] Los demonios intentaron oponerse a la entrada de Cristo en los infiernos, cerrándole la puerta que desde entonces quedó sin cerrojos.

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