Círculo octavo: Fraude
Sima décima: Falsarios de todo género
Suplantadores de personas, falsos monederos y calumniadores
Los males y sufrimientos en la tierra y en el infierno. Continuación del último valle del octavo círculo. Otros falsificadores por trasmutación de la propia persona. Presa de una demencia furiosa. Mirra. Juan Esquico. Un falsificador de moneda. Adán de Brescia. Los falsificadores de la palabra. Disputa entre el hidrópico Adán de Brescia y el griego Sinón, devorado por la fiebre. Diálogo entre los dos poetas en que Virgilio reprocha a Dante entretenerse en atender palabras soeces.
Los falsificadores de persona: Gianni Schicchi, Mirra - versos 1-45
Cuando Juno por causa de Semele 1[L321]
odio tenia a la estirpe tebana,
como lo demostró en tantos momentos, 3
Atamante volvióse tan demente, 4[L322]
que, viendo a su mujer con los dos hijos
que en cada mano a uno conducía, 6
gritó: «¡Tendamos redes, y atrapemos
a la leona al pasar y a los leoncitos!»;
y luego con sus garras despiadadas. 9
agarró al que Learco se llamaba,
le volteó y le dio contra una piedra;
y ella se ahogó cargada con el otro. 12
Y cuando la fortuna echó por tierra 13[L323]
la soberbia de Troya tan altiva,
tal que el rey junto al reino fue abatido, 15
Hécuba triste, mísera y cautiva,
luego de ver a Polixena muerta,
y a Polidoro allí, junto a la orilla 18
del mar, pudo advertir con tanta pena,
desgarrada ladró tal como un perro;
tanto el dolor su mente trastornaba. 21
Mas ni de Tebas furias ni troyanas
se vieron nunca en nadie tan crueles,
ni a las bestias hiriendo, ni a los hombres, 24
cuanto en dos almas pálidas, desnudas,
que mordiendo corrían, vi, del modo
que el cerdo cuando deja la pocilga. 27
Una cogió a Capocchio, y en el nudo
del cuello le mordió, y al empujarle,
le hizo arañar el suelo con el vientre. 30
Y el aretino, que quedó temblando,
me dijo: « El loco aquel es Gianni Schicchi, 32[L324]
que rabioso a los otros así ataca.» 33
«Oh ‑le dije‑ así el otro no te hinque
los dientes en la espalda, no te importe
el decirme quién es antes que escape.» 36
Y él me repuso: «El alma antigua es ésa
de la perversa Mirra, que del padre 38[L325]
lejos del recto amor, se hizo querida. 39
El pecar con aquél consiguió ésta
falsificándose en forma de otra,
igual que osó aquel otro que se marcha, 42
por ganarse a la reina de las yeguas,
falsificar en sí a Buoso Donati, 44[L326]
testando y dando norma al testamente.» 45
Los falsificadores de moneda: maestro Adamo - vv. 46-90
Y cuando ya se fueron los rabiosos,
sobre los cuales puse yo la vista,
la volví por mirar a otros malditos. 48
Vi a uno que un laúd parecería
si le hubieran cortado por las ingles
del sitio donde el hombre se bifurca. 51
La grave hidropesía, que deforma
los miembros con humores retenidos,
no casado la cara con el vientre, 54
le obliga a que los labios tenga abiertos,
tal como a causa de la sed el hético,
que uno al mentón, y el otro lleva arriba. 57
«Ah vosotros que andáis sin pena alguna,
y yo no sé por qué, en el mundo bajo
‑él nos dijo‑, mirad y estad atentos 60
a la miseria de maese Adamo: 61[L327]
mientras viví yo tuve cuanto quise,
y una gota de agua, ¡ay triste!, ansío. 63
Los arroyuelos que en las verdes lomas
de Casentino bajan hasta el Arno,
y hacen sus cauces fríos y apacibles, 66
siempre tengo delante, y no es en vano;
porque su imagen aún más me reseca
que el mal con que mi rostro se descarna. 69
La rígida justicia que me hiere
se sirve del lugar en que pequé
para que ponga en fuga más suspiros. 72
Está Romena allí, donde hice falsa
la aleación sigilada del Bautista,
por lo que el cuerpo quemado dejé. 75
Pero si viese aquí el ánima triste
de Guido o de Alejandro o de su hermano, 77[L328]
Fuente Branda, por verlos, no cambiase. 78[L329]
Una ya dentro está, si las rabiosas
sombras que van en torno no se engañan,
¿mas de qué sirve a mis miembros ligados? 81
Si acaso fuese al menos tan ligero
que anduviese en un siglo una pulgada,
en el camino ya me habría puesto, 84
buscándole entre aquella gente infame,
aunque once millas abarque esta fosa,
y no menos de media de través. 87
Por aquellos me encuentro en tal familia:
pues me indujeron a acuñar florines
con tres quilates de oro solamente.» 90
Los falsificadores de palabra: la esposa de Putifar y Sinón - vv. 91-99
Y yo dije: «¿Quién son los dos mezquinos
que humean, cual las manos en invierno,
apretados yaciendo a tu derecha?» 93
«Aquí los encontré, y no se han movido
‑me repuso‑ al llover yo en este abismo 97[L330]
ni eternamente creo que se muevan. 96
Una es la falsa que acusó a José;
otro el falso Sinón, griego de Troya: 98[L331]
por una fiebre aguda tanto hieden.» 99
La riña entre Mastro Adamo y Sinón - vv. 100-148
Y uno de aquéllos, lleno de fastidio
tal vez de ser nombrados con desprecio,
le dio en la dura panza con el puño. 102
Ésta sonó cual si fuese un tambor;
y maese Adamo le pegó en la cara
con su brazo que no era menos duro, 105
diciéndole: «Aunque no pueda moverme,
porque pesados son mis miembros, suelto
para tal menester tengo mi brazo.» 108
Y aquél le respondió: « Al encaminarte
al fuego, tan veloz no lo tuviste:
pero sí, y más, cuando falsificabas.» 111
Y el hidrópico dijo: «Eso es bien cierto;
mas tan veraz testimonio no diste
al requerirte la verdad en Troya.» 114
«Si yo hablé en falso, el cuño falseaste
‑dijo Sinón‑ y aquí estoy por un yerro,
y tú por más que algún otro demonio.» 117
«Acuérdate, perjuro, del caballo
‑repuso aquel de la barriga hinchada‑;
y que el mundo lo sepa y lo castigue.» 120
«Y te castigue a ti la sed que agrieta
‑dijo el griego‑ la lengua, el agua inmunda
que al vientre le hace valla ante tus ojos.» 123
Y el monedero dilo: «Así se abra
la boca por tu mal, como acostumbra;
que si sed tengo y me hincha el humor, 126
te duele la cabeza y tienes fiebre;
y a lamer el espejo de Narciso, 128[L332]
te invitarían muy pocas palabras.» 129
Yo me estaba muy quieto para oírles
cuando el maestro dijo: «¡Vamos, mira!
no comprendo qué te hace tanta gracia.» 132
Al oír que me hablaba con enojo,
hacia él me volví con tal vergüenza,
que todavía gira en mi memoria. 135
Como ocurre a quien sueña su desgracia,
que soñando aún desea que sea un sueño,
tal como es, como si no lo fuese, 138
así yo estaba, sin poder hablar,
deseando excusarme, y excusábame
sin embargo, y no pensaba hacerlo.141
«Falta mayor menor vergüenza lava
‑dijo el maestro‑, que ha sido la tuya;
así es que ya descarga tu tristeza. 144
Y piensa que estaré siempre a tu lado,
si es que otra vez te lleva la fortuna
donde haya gente en pleitos semejantes: 147
pues el querer oír eso es vil deseo.»
Notas:
[L321] Juno, a causa de los celos que le causaban los amores de Júpiter y Semele, hija del rey Cadmo, rey de Tebas, causó muchas desgracias a sus habitantes (Metamorfosis, III, 253‑315).
[L322] Atamante, rey de Orcomene, desposado con Ino, hija de Cadmo, enloquecido por Juno, mató así a su hijo Learco. Ino se arrojó con la otra, Melicerta, al mar (Metamorfosis, IV, 512‑530).
[L323] Hécuba, reina de Troya, hecha esclava por los griegos tras la caída de la ciudad enloqueció de dolor tras la muerte de sus hijos Polixena y Polidoro y, según Ovidio, se convirtió en perra (Metamorfosis, XIII, 399‑575).
[L324] Gianni Schicchi de' Cavalcanti, florentino, muerto antes de 1280, al que se debe la fechoría más adelante relatada.
[L325] Mirra, hija de Cinira, rey de Chipre, tomó la figura de otra muchacha para gozar de su padre, de quien estaba enamorada; huyendo de éste una vez descubierta, fue convertida en planta olorosa de Arabia (Metamorfosis, X, 298 y siguientes).
[L326] Este Buoso Donati fue tío del que hemos encontrado en Infierno, XXV,140.
[L327] Algunos estudiosos modernos le identifican con un Adam inglés, que vivía en Bolonia en 1277 y que se dedicó a falsificar florines florentinos en el castillo de Romena, en el Casentino. Los florines tenían la imagen del Bautista, patrón de la ciudad. Una vez descubierto, fue quemado en Florencia en 1281.
[L328] Los hijos del conde Guido, señor de Romena (Infierno, XVI, 37), Guido Alessandro, Aghinolfo a Ildebrandino.
[L329] Tal vez una fuente cerca de Casentino.
[L330] La mujer de Putifar, que según Génesis (XXXIX, 6‑23) acusó a José de haberla querido forzar.
[L331] El griego Sinón, fingiendo ser perseguido por sus compañeros, convenció con sus falsas palabras a los troyanos de que introdujesen en la ciudad el caballo de madera (Eneida, II, 57‑194).
[L332] El espejo donde Narciso se miraba es el agua.
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