Infierno: Canto XXVII


Círculo octavo: Fraude
Sima octava: Consejeros fraudulentos
Guido De Montefeltro

Continuación del cerco octavo. Otra llama animada. Diálogo de Dante con el conde Guido de Montefeltro sobre el estado político de la Romaña. Guido de Montefeltro hace relación de su vida y del consejo que dio a Bonifacio VIII bajo previa absolución, que fue la causa de su condenación. Discusión casuística entre San Francisco y un ángel negro. Las almas condenadas y los cuerpos vivos.





Guido de Montefeltro - versos 1-30

Quieta estaba la llama ya y derecha
para no decir más, y se alejaba
con la licencia del dulce poeta, 3

cuando otra, que detrás de ella venía,
hizo volver los ojos a su punta,
porque salía de ella un son confuso. 6

Como mugía el toro siciliano 7[L283]
que primero mugió, y eso fue justo,
con el llanto de aquel que con su lima 9

lo templó, con la voz del afligido,
que, aunque estuviese forjado de bronce,
de dolor parecía traspasado; 12

así, por no existir hueco ni vía
para salir del fuego, en su lenguaje
las palabras amargas se tornaban. 15

Mas luego al encontrar ya su camino
por el extremo, con el movimiento
que la lengua le diera con su paso, 18

escuchamos: «Oh tú, a quien yo dirijo
la voz y que has hablado cual lombardo,
diciendo: “Vete ya; más no te incito”, 21

aunque he llegado acaso un poco tarde,
no te pese el quedarte a hablar conmigo:
¡Mira que no me pesa a mí, que ardo! 24

Si tú también en este mundo ciego
has oído de aquella dulce tierra
latina, en que yo fui culpable, dime 27

si tiene la Romaña paz o guerra;
pues yo naci en los montes entre Urbino
y el yugo del que el Tiber se desata.» 30[L284]


Las condiciones políticas de la Romaña - vv. 31-57

Inclinado y atento aún me encontraba,
cuando al costado me tocó mi guía,
diciéndome: «Habla tú, que éste es latino.» 33

Yo, que tenía la respuesta pronta,
comencé a hablarle sin demora alguna:
«Oh alma que te escondes allá abajo, 36

tu Romaña no está, no estuvo nunca,
sin guerra en el afán de sus tiranos;
mas palpable ninguna dejé ahora. 39[L285]

Rávena está como está ha muchos años: 40[L286]
le los Polenta el águila allí anida,
al que a Cervia recubre con sus alas. 42

La tierra que sufrió la larga prueba 43[L287]
hizo de francos un montón sangriento,
bajo las garras verdes permanece. 45

El mastín viejo y joven de Verruchio, 46[L288]
que mala guardia dieron a Montaña,
clavan, donde solían, sus colmillos. 48

Las villas del Santerno y del Camone 49[L289]
manda el leoncito que campea en blanco,
que de verano a invierno el bando muda; 51

y aquella cuyo flanco el Savio baña, 52[L290]
como entre llano y monte se sitúa,
vive entre estado libre y tiranía. 54

Ahora quién eres, pido que me cuentes:
no seas más duro que lo fueron otros;
tu nombre así en el mundo tenga fama.» 57


La historia de Guido - vv. 58-111

Después que el fuego crepitó un momento
a su modo, movió la aguda punta
de aquí, de allí, y después lanzó este soplo: 60

«Si creyera que diese mi respuesta
a persona que al mundo regresara,
dejaría esta llama de agitarse; 63

pero, como jamás desde este fondo
nadie vivo volvió, si bien escucho,
sin temer a la infamia, te contestó: 66

Guerrero fui, y después fui cordelero,
creyendo, así ceñido, hacer enmienda,
y hubiera mi deseo realizado, 69

si a las primeras culpas, el gran Preste,
que mal haya, tornado no me hubiese;
y el cómo y el porqué, quiero que escuches: 72

Mientras que forma fui de carne y huesos
que mi madre me dio, fueron mis obras
no leoninas sino de vulpeja; 75

las acechanzas, las ocultas sendas
todas las supe, y tal llevé su arte,
que iba su fama hasta el confín del mundo. 78

Cuando vi que llegaba a aquella parte
de mi vida, en la que cualquiera debe
arriar las velas y lanzar amarras, 81

lo que antes me plació, me pesó entonces,
y arrepentido me volví y confeso,
¡ah miserable!, y me hubiera salvado. 84

El príncipe de nuevos fariseos, 85[L291]
haciendo guerra cerca de Letrán,
y no con sarracenos ni judíos, 87

que su enemigo todo era cristiano, 88[L292]
y en la toma de Acre nadie estuvo
ni comerciando en tierras del Sultán; 90

ni el sumo oficio ni las sacras órdenes
en sí guardó, ni en mí el cordón aquel
que suele hacer delgado a quien lo ciñe. 93

Pero, como a Silvestre Constantino, 94[L293]
allí en Sirati a curarle de lepra,
así como doctor me llamó éste 96

para curarle la soberbia fiebre:
pidióme mi consejo, y yo callaba,
pues sus palabras ebrias parecían. 99

Luego volvió a decir: «Tu alma no tema;
de antemano te absuelvo; enséñame
la forma de abatir a Penestrino. 102

El cielo puedo abrir y cerrar puedo,
porque son dos las llaves, como sabes,
que mi predecesor no tuvo aprecio.» 105[L294]

Los graves argumentos me punzaron
y, pues callar peor me parecía,
le dije: “Padre, ya que tú me lavas 108

de aquel pecado en el que caigo ahora,
larga promesa de cumplir escaso 110[L295]
hará que triunfes en el alto solio.” 111


La muerte de Guido - vv. 112-136

Luego cuando morí, vino Francisco, 112[L296]
mas uno de los negros querubines
le dijo: “No lo lleves: no me enfades. 114

Ha de venirse con mis condenados,
puesto que dio un consejo fraudulento,
y le agarro del pelo desde entonces; 117

que a quien no se arrepiente no se absuelve,
ni se puede querer y arrepentirse,
pues la contradicción no lo consiente.” 120

¡Oh miserable, cómo me aterraba
al agarrarme diciéndome: “¿Acaso
no pensabas que lógico yo fuese?” 123

A Minos me condujo, y ocho veces
al duro lomo se ciñó la cola,
y después de morderse enfurecido, 126

dijo: “Este es reo de rabiosa llama”,
por lo cual donde ves estoy perdido
y, así vestido, andando me lamento.» 129

Cuando hubo terminado su relato,
se retiró la llama dolorida,
torciendo y debatiendo el cuerno agudo. 132

A otro lado pasamos, yo y mi guía,
por cima del escollo al otro arco
que cubre el foso, donde se castiga 135

a los que, discordiando, adquieren pena.



Notas

[L283] Perilo, fundidor griego, ofreció a Falaris de Siracusa un toro hueco de bronce, para atormentar a los condenados introduciéndolos en él y encendiendo fuego bajo el horrendo aparato de tortura. Para probarlo, el tirano mandó que el primer atormentado fuera el mismo Perilo (Ovidio, Tristia, III).

[L284] Quien habla, como veremos, es el conde Guido de Montefeltro, que requiere a Dante noticias de su patria, La Romaña. Gido nació en torno a 1220 y fue tenido como el más astuto y sagaz hombre de guerra de su tiempo. Después de una larga vida guerrera, siguiendo la facción gibelina, y en la que llegó a ser excomulgado se hizo franciscano ya en 1296 y murió dos años después.

[L285] En 1299 los tiranos de Romaña habían firmado una paz que puso aparentemente fin a sus crueles disensiones, por mediación de Bonifacio VIII.

[L286] En 1300 Rávena estaba regida por Guido da Polenta, padre de Frances­ca. Su escudo era un águila roja en campo amarillo, y dominaba la pequeña ciudad de Cervia.

[L287] La ciudad de Forlí se encuentra bajo el dominio de los Ordelaffi, cuyo escudo era una garra de León verde sobre campo amarillo. Entre 1281 y 1282 la ciudad sostuvo el fuerte asedio de los güelfos italianos y franceses, enviados por Martín IV.

[L288] Malatesta y Malatestino de Verruchio eran los tiranos de Rímini, y aprisionaron y dieron muerte a Montaña di Parcitade, jefe de los gibelinos de la ciudad.

[L289] Faenza a Imola, regidas por Maghinardo Pagani da Susinana, cuyo emblema es un león azul en campo blanco, que cambiaba de bando entre güelfos y gibelinos con mucha frecuencia.

[L290] Casena, que pasa de ser posesión de los Montefeltro, a ser república libre.

[L291] Bonifacio VIII, que sosteniendo en 1297 una dura lucha contra la familia Colonna, cuya casa se encontraba junto a la basílica de San Juan de Letrán, mandó asediar el castillo que dicha familia tenía en Palestrina, junto a Roma; y no pudiendo tomarla por la fuerza, lo hizo mediante el engaño. No está probada la intervención del conde Guido en semejante hecho, aunque algunos cronistas lo aseguran.

[L292] La última posesión cristiana en Tierra Santa, conquistada por los sarracenos en 1291.

[L293] Se trata de una leyenda muy difundida en la Edad Media. Constantino, atacado por la lepra, hizo buscar al papa Silvestre que se encontraba refugiado en el monte Siratti, junto a Roma, para huir de la persecución. Silvestre bautizó al emperador y éste quedó curado.

[L294] Referencia a la abdicación de Celestino V (Infierno, III, 60).

[L295] Promesa de perdón a quien se entregara y castigar luego a quien se rindiera confiado en sus palabras.

[L296] San Francisco, fundador de la Orden a la que perteneció el conde Guido.

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