Infierno: Canto XXIV


Círculo octavo: Fraude
Sima séptima: Ladrones
Vanni Fucci

El año nuevo, el fin del invierno, la primavera y la turbación de Virgilio. Los dos poetas, después de salir del sexto círculo, ascienden penosamente por las ruinas de un puente roto hasta dominar el valle del cerco séptimo. Desaliento de Dante y animosas palabras de Virgilio. Los poetas descienden el séptimo cerco y encuentran las sombras de los ladrones atormentados por serpientes. Vanni Fucci, ladrón sacrílego, picado por una víbora, es reducido a cenizas y vuelve a asumir su anterior forma. Confesión y predicciones de Vanni Fucci.




La orilla de la séptima fosa - versos 1-63

En ese tiempo en el que el año es joven 1[L253]
y el sol sus crines bajo Acuario templa,
y las noches se igualan con los días, 3

cuando la escarcha en tierra se asemeja
a aquella imagen de su blanca hermana,
mas poco dura el temple de su pluma; 6[L254]

el campesino falto de forraje,
se levanta y contempla la campiña
toda blanca, y el muslo se golpea, 9

vuelve a casa, y aquí y allá se duele,
tal mezquino que no sabe qué hacerse;
sale de nuevo, y cobra la esperanza, 12

viendo que al monte ya le cambió el rostro
en pocas horas, toma su cayado,
y a pacer fuera saca las ovejas. 15

De igual manera me asustó el maestro
cuando vi que su frente se turbaba,
mas pronto al mal siguió la medicina; 18

pues, al llegar al derruido puente,
el guía se volvió a mí con el rostro
dulce que vi al principio al pie del monte; 21

abrió los brazos, tras de haber tomado
una resolución, mirando antes
la ruina bien, y se acercó a empinarme. 24

Y como el que trabaja y que calcula,
que parece que todo lo prevea,
igual, encaramándome a la cima 27

de un peñasco, otra roca examinaba,
diciendo: «Agárrate luego de aquélla;
pero antes ve si puede sostenerte.» 30

No era un camino para alguien con capa,
pues apenas, él leve, yo sujeto,
podíamos subir de piedra en piedra. 33

Y si no fuese que en aquel recinto
más corto era el camino que en los otros,
no sé de él, pero yo vencido fuera. 36

Mas como hacia la boca Malasbolsas
del pozo más profundo toda pende,
la situación de cada valle hace 39

que se eleve un costado y otro baje;
y así llegamos a la punta extrema,
donde la última piedra se destaca. 42

Tan ordeñado del pulmón estaba
mi aliento en la subida, que sin fuerzas
busqué un asiento en cuanto que llegamos. 45

«Ahora es preciso que te despereces
‑dijo el maestro‑, pues que andando en plumas
no se consigue fama, ni entre colchas; 48

el que la vida sin ella malgasta
tal vestigio en la tierra de sí deja,
cual humo en aire o en agua la espuma. 51

Así que arriba: vence la pereza
con ánimo que vence cualquier lucha,
si con el cuerpo grave no lo impide. 54

Hay que subir una escala aún más larga; 55[L255]
haber huido de éstos no es bastante:
si me entiendes, procura que te sirva.» 57

Alcé entonces, mostrándome provisto
de un ánimo mayor del que tenía,
« Vamos ‑dije‑. Estoy fuerte y animoso.» 60

Por el derrumbe empezamos a andar,
que era escarpado y rocoso y estrecho,
y mucho más pendiente que el de antes. 63


La fosa de los ladrones - vv. 64-96 

Hablando andaba para hacerme el fuerte;
cuando una voz salió del otro foso,
que incomprensibles voces profería. 66

No le entendí, por más que sobre el lomo
ya estuviese del arco que cruzaba:
mas el que hablaba parecía airado. 69[L256]

Miraba al fondo, mas mis ojos vivos,
por lo oscuro, hasta el fondo no llegaban,
por lo que yo: «Maestro alcanza el otro 72

recinto, y descendamos por el muro;
pues, como escucho a alguno que no entiendo,
miro así al fondo y nada reconozco. 75

«Otra respuesta ‑dijo‑ no he de darte
más que hacerlo; pues que demanda justa
se ha de cumplir con obras, y callando.» 78

Desde lo alto del puente descendimos
donde se cruza con la octava orilla,
luego me fue la bolsa manifiesta; 81

y yo vi dentro terrible maleza
de serpientes, de especies tan distintas,
que la sangre aún me hiela el recordarlo. 84

Más no se ufane Libia con su arena; 85[L257]
que si quelidras, yáculos y faras
produce, y cancros con anfisibenas, 87

ni tantas pestilencias, ni tan malas,
mostró jamás con la Etiopía entera,
ni con aquel que está sobre el mar Rojo. 90[L258]

Entre el montón tristísimo corrían
gentes desnudas y aterrorizadas,
sin refugio esperar o heliotropía: 93[L259]

esposados con sierpes a la espalda;
les hincaban la cola y la cabeza
en los riñones, encima montadas. 96


Metamorfosis de los ladrones - vv. 97-120

De pronto a uno que se hallaba cerca,
se lanzó una serpiente y le mordió
donde el cuello se anuda con los hombros. 99

Ni la O tan pronto, ni la I, se escribe,
cual se encendió y ardió, y todo en cenizas
se convirtió cayendo todo entero; 102[L260]

y luego estando así deshecho en tierra
amontonóse el polvo por sí solo,
y en aquel mismo se tornó de súbito. 105

Así los grandes sabios aseguran
que muere el Fénix y después renace, 107[L261]
cuando a los cinco siglos ya se acerca: 108

no pace en vida cebada ni hierba,
sólo de incienso lágrimas y amomo,
y nardo y mirra son su último nido. 111

Y como aquel que cae sin saber cómo,
porque fuerza diabólica lo tira,
o de otra opilación que liga el ánimo, 114[L262]

que levantado mira alrededor,
muy conturbado por la gran angustia
que le ha ocurrido, y suspira al mirar: 117

igual el pecador al levantarse.
¡Oh divina potencia, cuán severa,
que tales golpes das en tu venganza! 120


Vanni Fucci y su profecía - vv. 121-151

El guía preguntó luego quién era:
y él respondió: «Lloví de la Toscana,
no ha mucho tiempo, en este fiero abismo. 123

Vida de bestia me plació, no de hombre,
como al mulo que fui: soy Vanni Fucci 125[L263]
bestia, y Pistoya me fue buena cuadra.» 126

Y yo a mi guía: «Dile que no huya,
y pregunta qué culpa aquí le arroja;
que hombre le vi de maldad y de sangre.» 129

Y el pecador, que oyó, no se escondía,
mas volvió contra mí el ánimo y rostro,
y de triste vergüenza enrojeció; 132

y dijo: «Más me duele que me halles
en la miseria en la que me estás viendo,
que cuando fui arrancado en la otra vida. 135

Yo no puedo ocultar lo que preguntas:
aquí estoy porque fui en la sacristía
ladrón de los hermosos ornamentos, 138

y acusaron a otro hombre falsamente;
mas porque no disfrutes al mirarme,
si del lugar oscuro tal vez sales, 141

abre el oído y este anuncio escucha:
Pistoya de los negros enflaquece: 143[L264]
luego en Florencia cambian gente y modos. 144

De Val de Magra Marte manda un rayo
rodeado de turbios nubarrones;
y en agria tempestad impetuosa, 147

sobre el campo Piceno habrá un combate; 148 [L265]
y de repente rasgará la niebla,
de modo que herirá a todos los blancos. 150

¡Esto te digo para hacerte daño!»



Notas

[L253] 1‑3 Entre el 21 de enero y el 21 de febrero el sol entra en la constelación de Acuario y los días comienzan a alargarse.

[L254] Se refiere a la pluma con que escribe el copista, pues la escarcha copia la nieve, pero por poco tiempo, pues pronto se derrite.

[L255] El monte del Purgatorio.

[L256] No es muy seguro que sea este el Vanni Fucci que pronto conoceremos.

[L257] Todo este pasaje está tomado de Lucano, Farsalia, IX.

[L258] El desierto de Arabia.

[L259] Hierba y piedra preciosa que según los antiguos tenía el poder de curar las picaduras de serpientes, y de hacer invisible.

[L260] Ver nota a Infierno, XXV,

[L261] El mito del Ave Fénix aquí aludido es uno de los más conocidos y divulgados de la antigua mitología a través de la Edad Media. Sirvió también de alegoría de la Resurrección.

[L262] Epilepsia.

[L263] Vanni Fucci fue hijo bastardo del pistoiés Fucci dei Lauari y fue, en efecto, un hombre violento, que perteneció al bando de los güelfos negros, y cometió un robo sacrílego en la sacristía de la catedral de Pistoia, siendo castigada por ello gente inocente. Las últimas noticias que de él tenemos son de 1295, en que combatió duramente a los blancos de Pistoia.

[L264] 143‑150 En 1301 los negros de Pistoia fueron expulsados de la ciudad, con la ayuda de los Cerchi de Florencia; y en 1302 los blancos lo fueron de Floren­cia (Dante entre ellos, como ya sabemos). Marte, como vimos en Infierno, XIII, 144, fue el primer patrón de Florencia, a la que no deja de combatir, ahora en la persona de Moroello Malaspina, jefe de los luqueses aliados de los negros.

[L265] Antiguo nombre de Pistoia.

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