Farinata, Cavalcante Cavalcanti, Federico II, El Cardenal
Siguen los dos poetas su camino entre los muros y los sepulcros. Dante manifiesta el deseo de hablar con uno de los sepultados allí. Una sombra que se alza de uno de los sepulcros ardientes lo llama. La aparición de Farinata degli Uberti. Mientras habla Farinata con Dante, aparece la sombra de Cavalcante Cavalcanti, que pregunta por su hijo, amigo de Dante. Vuelve a hundirse en el sepulcro pensando que su hijo hubiese muerto. Sigue el diálogo entre Dante y Farinata, en que éste predice oscuramente su próximo destierro al primero.
Los epicúreos - versos 1-21
Siguió entonces por una oculta senda
entre aquella muralla y los martirios
mi Maestro, y yo fui tras de sus pasos. 3
«Oh virtud suma, que en los infernales
círculos me conduces a tu gusto,
háblame y satisface mis deseos: 6
a la gente que yace en los supulcros
¿la podré ver?, pues ya están levantadas
todas las losas, y nadie vigila.» 9
Y él repuso: «Cerrados serán todos
cuando aquí vuelvan desde Josafat
con los cuerpos que allá arriba dejaron. 12[L95]
Su cementerio en esta parte tienen
con Epicuro todos sus secuaces 14[L96]
que el alma, dicen, con el cuerpo muere. 15
Pero aquella pregunta que me hiciste
pronto será aquí mismo satisfecha,
y también el deseo que me callas.» 18[L97]
Y yo: «Buen guía, no te oculta nada
mi corazón, si no es por hablar poco;
y tú me tienes a ello predispuesto.» 21
Farinata degli Uberti - vv. 22-51
«Oh toscano que en la ciudad del fuego 22[L98]
caminas vivo, hablando tan humilde,
te plazca detenerte en este sitio, 24
porque tu acento demuestra que eres
natural de la noble patria aquella
a la que fui, tal vez, harto dañoso.» 27
Este son escapó súbitamente
desde una de las arcas; y temiendo,
me arrimé un poco más a mi maestro. 30
Pero él me dijo: « Vuélvete, ¿qué haces?
mira allí a Farinatta que se ha alzado;
le verás de cintura para arriba.» 33
Fijado en él había ya mi vista;
y aquél se erguía con el pecho y frente
cual si al infierno mismo despreciase. 36
Y las valientes manos de mi guía
me empujaron a él entre las tumbas,
diciendo: «Se medido en tus palabras.» 39
Como al pie de su tumba yo estuviese,
me miró un poco, y como con desdén,
me preguntó: «¿Quién fueron tus mayores?» 42
Yo, que de obedecer estaba ansioso,
no lo oculté, sino que se lo dije,
y él levantó las cejas levemente. 45
«Con fiereza me fueron adversarios
a mí y a mi partido y mis mayores,
y así dos veces tuve que expulsarles.» 48
« Si les echaste ‑dije‑ regresaron
de todas partes, una y otra vez;
mas los vuestros tal arte no aprendieron.» 51
Aparición de Calvalcante dei Cavalcanti - vv. 52-72
otra sombra, a su lado, hasta la barba: 53[L99]
creo que estaba puesta de rodillas. 54
Miró a mi alrededor, cual si propósito
tuviese de encontrar conmigo a otro,
y cuando fue apagada su sospecha, 57
llorando dijo: «Si por esta ciega
cárcel vas tú por nobleza de ingenio,
¿y mi hijo?, ¿por qué no está contigo?» 60
Y yo dije: «No vengo por mí mismo,
el que allá aguarda por aquí me lleva
a quien Guido, tal vez, fue indiferente.» 63[L100]
Sus palabras y el modo de su pena
su nombre ya me habían revelado;
por eso fue tan clara mi respuesta. 66
Súbitamente alzado gritó: «¿Cómo
has dicho?, ¿Fue?, ¿Es que entonces ya no vive?
¿La dulce luz no hiere ya sus ojos?» 69[L101]
Y al advertir que una cierta demora
antes de responderle yo mostraba,
cayó de espaldas sin volver a alzarse. 72
Retomo del coloquio con Farinata y su profecia - vv. 73-93
yo me detuve, no alteró su rostro,
ni movió el cuello, ni inclinó su cuerpo. 75
Y así, continuando lo de antes,
«Que aquel arte ‑me dijo‑ mal supieran,
eso, más que este lecho, me tortura. 78
Pero antes que cincuenta veces arda 79[L102]
la faz de la señora que aquí reina,
tú has de saber lo que tal arte pesa. 81
Y así regreses a ese dulce mundo,
dime, ¿por qué ese pueblo es tan impío
contra los míos en todas sus leyes?» 84[L103]
Y yo dije: «El estrago y la matanza
que teñirse de rojo al Arbia hizo, 86[L104]
obliga a tal decreto en nuestros templos.» 87
Me respondió moviendo la cabeza:
«No estuve solo allí, ni ciertamente
sin razón me moví con esos otros: 90
mas estuve yo solo, cuando todos
en destruir Florencia consentían,
defendiéndola a rostro descubierto.» 93
Los límites de las previsiones de los condenados - vv. 94-120
‑yo le rogué‑, este nudo desatadme
que ha enmarañado aquí mi pensamiento. 96
Parece que sabéis, por lo que escucho, 97[L105]
lo que nos trae el tiempo de antemano,
mas usáis de otro modo en lo de ahora.» 99
«Vemos, como quien tiene mala luz,
las cosas ‑dijo‑ que se encuentran lejos,
gracias a lo que esplende el Sumo Guía. 102
Cuando están cerca, o son, vano es del todo
nuestro intelecto; y si otros no nos cuentan,
nada sabemos del estado humano. 105
Y comprender podrás que muerto quede
nuestro conocimiento en aquel punto
que se cierre la puerta del futuro.» 108
Arrepentido entonces de mi falta,
dije: «Diréis ahora a aquel yacente
que su hijo aún se encuentra con los vivos; 111
y si antes mudo estuve en la respuesta,
hazle saber que fue porque pensaba
ya en esa duda que me habéis resuelto.» 114[L106]
Y ya me reclamaba mi maestro;
y yo rogué al espíritu que rápido
me refiriese quién con él estaba. 117
Díjome: «Aquí con más de mil me encuentro;
dentro se halla el segundo Federico, 119[L107]
y el Cardenal, y de los otros callo.» 120[L108]
Pérdida de Dante - vv. 121-136
poeta volví el paso, repensando
esas palabras que creí enemigas. 123
Él echó a andar y luego, caminando,
me dijo: «¿Por qué estás tan abatido?»
Y yo le satisfice la pregunta. 126
« Conserva en la memoria lo que oíste
contrario a ti ‑me aconsejó aquel sabio-
y atiende ahora ‑y levantó su dedo‑: 129
cuando delante estés del dulce rayo
de aquella cuyos ojos lo ven todo 131[L109]
de ella sabrás de tu vida el viaje. 132
Luego volvió los pies a mano izquierda:
dejando el muro, fuimos hacia el centro
por un sendero que conduce a un valle, 135
cuyo hedor hasta allí desagradaba.
Notas
[L95] Es decir, después del Juicio Final.
[L96] Epicuro (342‑270 a.C.) es el jefe de la escuela epicúrea, tan mal entendida por la posteridad, y que, en efecto, proclamaba la mortalidad del alma. Esta última fue seguida en la Edad Media por muchas sectas y estuvo particularmente extendida entre los gibelinos, o al menos eso afirmaba la propaganda güelfa. Esto explica los personajes que escoge Dante para ilustrar este círculo.
[L97] El de saber si en aquel lugar había paisanos suyos.
[L98] Farinata degli Uberti, por quien Dante ya preguntó a Ciacco (Infierno, VI), fue uno de los más importantes personajes de la Florencia del siglo XII. Fue uno de los jefes de la facción gibelina y expulsó a los güelfos en 1248, fue expulsado por éstos en 1258, y tras el triunfo gibelino de Monteaperti volvió a expulsar a sus rivales en 1260, oponiéndose a la destrucción de la ciudad que proponían otros jefes gibelinos. Murió en 1264. Dante hace de él una figura inolvidable y grandiosa en medio de su tormento.
[L99] Cavalcante dei Cavalcanti, padre de Guido Cavalcanti, el gran poeta amigo de Dante y jefe de filas del dólce stil novo, perteneció a los güelfos y era bien conocida su confesión epicúrea.
[L100] Es posible que Guido no hubiese tenido gran admiración por Virgilio, pero algún comentarista piensa que a quien Guido desprecia fue a Beatriz, es decir, a la teología, pues sostuvo ideas cercanas al ateísmo. Esta es la versión que hemos elegido; si, en cambio, optáramos por la primera, podría leerse: «quien allá aguarda por aquí me lleva; / vuestro Guido, tal vez, desdén le tuvo». La versión original dice: «colui ch' attende là, per qui mi mena / forse cui Guido vostro ebbe a disdegno». Como vemos, la interpretación depende del valor que demos a «cui»
[L101] Guido murió pocos meses después del supuesto viaje infernal, en el otoño de 1300. Esto explica las palabras de Farinata en v. 103.
[L102] No pasarán cincuenta meses lunares, de abril de 1300 a junio de 1304, sin que sepa Dante lo duro que es para un exiliado intentar el regreso a su patria. En efecto, Dante, desterrado en 1302, intentó regresar a Florencia por la fuerza inútilmente, antes del verano de 1304.
[L103] Los Uberti fueron excluidos de la paz firmada en 1280 entre las facciones florentinas. En el solar de sus torres abatidas por güelfos, surgirá la actual Piazza del Popolo, símbolo del bando popular.
[L104] La batalla de Monteaperti, a la que ya hemos aludido, el 4 de septiembre de 1260 entre sieneses y gibelinos florentinos contra güelfos que resultaron derrotados por completo.
[L105] 97‑99 En efecto, Farinata conoce el futuro de Dante, pero Cavalcante ignora la suerte de su hijo Guido.
[L106] Es decir, tardó en contestarles porque se extrañó de que no conociese que Guido aún vivía.
[L107] Federico II tuvo, en efecto, una gran fama de epicúreo entre los cronistas de la época y al parecer afirmaba que el hombre nada es después de exhalar el último aliento. Fue también amigo de musulmanes, y excomulgado por Roma.
[L108] Ottaviano degli Ubaldini, obispo de Bolonia a los 26 años, desde 1240 a 1244, y posteriormente cardenal, murió en 1275, aunque combatió a Federico II y a Manfredo, debió ser gibelino en el fondo. Fue notable por su riqueza y su cultura y muy odiado por los güelfos de Florencia.
[L109] Naturalmente, Beatriz.
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